martes, 29 de marzo de 2011

Harmonía.

El piano suena y el corazón late. Al unísono, como si ambos fueran los dos instrumentos que colorean el momento con esos tonos que solo la música sabe añadir a las cosas.

Cuándo los dedos rozan las teclas situadas más a la derecha, porque no las golpea, solo las roza, el instrumento susurra más notas, como agradecido por la dócil caricia recibida, y entonces los latidos se vuelven más cerrados, y hasta llegan a hacer cosquillas en el pecho cada vez que mueven la sangre. Es una sensación agradable que haría sonreír a cualquiera que la sintiera.

Las notas y los latidos crean la harmonía perfecta, formando suaves acordes que no pueden escucharse. Los graves del piano son los latidos más hondos, y los agudos son aquellos que parecen poco más que un aleteo. No es una obra maestra para aquel que la escuche sin más, pero seguramente su rostro se le aparece con cada nota, y no por alguna clase de pasión que pueda sentir. Es solo por la tranquilidad liviana que parece embargarlo mientras hace que sus dedos pasen por las teclas color nácar como si surcasen una espalda, dibujando en ella formas solubles de nubes y espirales que nunca acaban, arrancando escalofríos a quién las siente.

No hay lágrimas de emoción ni sonrisas mientras la música suena. El rostro es sereno, se ve hasta serio, como si lo único vivo de quien toca fueran las manos, o como si las manos pertenecieran a alguien direfente, o a sí mismas.

Me gusta oírlo tocar, porque nunca sé si habla de alegría o tristeza mientras lo hace. Logra hacer que mi corazón se contraiga y no sepa cómo latir. Mientras lo escucho, a veces me pregunto en qué está pensando para poder seguir ese pentagrama imaginario que no existe fuera de su cabeza.

La canción parece triste y feliz al mismo tiempo.

Parece un ruego, o una petición para bailar bajo la luna.

¿Pensará en ella mientras toca?

lunes, 28 de marzo de 2011

Humo.

- Deberías dejar de fumar.

Anna lo mira con grandes ojos, seria, como si realmente no le importara lo que dice, aunque el tono de su voz indica que aquello es algo más que una mera recomendación. Él, en respuesta a las palabras de su hermana, aspira el humo de su cigarro como si llevara minutos sin respirar y necesitara hacerlo con urgencia. Luego contiene la gris neblina en sus pulmones mientras mira al frente, tal vez pensando, y espera un tiempo antes de dejarla salir lentamente, en forma de fino hilo, a través de la pequeña separación que tiene entre los dos incisivos, esa que Nadia siempre comparaba con una puertecilla mientras sonreía.

- Debería -dice entonces, con la voz ronca y áspera que siempre tiene cuándo fuma-, pero no voy a hacerlo. Quiero morir, de todas formas. Alguna vez os despertareis y yo estaré muerto sobre las sábanas.

Anna desvía los ojos del cansado rostro de su hermano sin convicción. Hace mucho que no lo cree mientras dice esas cosas, ¡pero lo dice tan serio!

- Deja de decir gilipolleces, Rick. No tiene gracia que te pases el día hablando de morir con esa tranquilidad.

- ¿Por qué tendría que hacer gracia? -. Richard la mira aspirando de nuevo desde lo más hondo de sus pulmones, llenándolos por completo con el humo y sintiéndose un poco mejor. Luego lo expulsa mientras habla, volviendo aún más grises las palabras que pronuncia con monotonía-. De verdad quiero morir. Solo estoy buscando el valor necesario para hacerlo. Por muchas ganas que tenga, suicidarse es algo que hay que pensarse muy bien.

Anna frunce los labios y aprieta un poco los dientes para no gritarle de nuevo. Salem ya le dijo que Richard no está bien, y que gritarle no sirve de nada, ¡o aún peor! Tal vez por gritarle consiga cortar ese fino hilo psicológico que lo ata a la vida.
Richard aspira de nuevo y tira la colilla al suelo. La pisa y mira al cielo, dejando salir de nuevo el humo por "la puertecilla" de Nadia, pensando que a ella le gustaba que fumase y tal vez le haría gracia verlo.

- Hace sol -murmura. Luego se gira hacia su hermana-. ¿No crees que debería estar lloviendo? Siempre llueve en estos casos.

Le da la espalda y comienza a caminar con sus pasos desgarbados de adolescente, aunque esa época ya le ha quedado algo atrás.

- Voy a comprar más tabaco -anuncia.

Anna observa su espalda mientras asiente levemente, aunque él no puede verla. Como siempre. Sin importar lo cerca que ella se encuentre de él, sus dispersos ojos de humo jamás encontrarán un segundo para mirarla.

viernes, 25 de marzo de 2011

Todo ha cambiado

Es extraño, porque todo parece seguir igual mientras hablamos tranquilamente, pero, sin embargo, ambos tenemos la certeza de que todo ha cambiado.

A cada segundo que pasa, a cada sonrisa, me preguntó en qué fallamos, qué errores hubo, pues ahora no parece que alguno haya sido cometido.

Tal vez el tiempo mitiga, como dicen muchos, o tal vez ya tengo muy asumido qué es "pasado" y qué es "presente" ahora mismo, y por eso no me cuesta verte como a un "yo" distinto de aquel que recuerdo.

Me parece raro que seas el de siempre, con ese humor sarcástico, y ser yo la de siempre, jugando a la "nonsense", y que lo único que haya variado aquí es el lugar por el que andamos cada uno.

Me resulta extraño que me sonrías al verme, pero que me apartes la vista con vergüenza, cuándo hubo un tiempo en el que tus ojos me buscaban.

Eres el mismo sin serlo, y sucede lo mismo conmigo. Somos como copias de nosotros mismos, en las que lo único que se ha cambiado es el corazón.

A veces te olvido; otras te añoro.

Y no sé qué conclusión he de sacar...

martes, 22 de marzo de 2011

Existe.

Lento. Camina. Un paso y luego otro. Como si todo se cayera detrás de ti.

Avanza. Aprieta los puños por el miedo, pero avanza. No te detengas, porque será más difícil retomar la marcha. Solo anda.

Silencio.

Calla.

Corre. Corre. Corre. Corre.

El mundo se acaba y tú solo corres.

Corre.

El final se acerca. La meta te espera. Las palabras ahogan.

- No quiero seguir con esto.

El silencio concluye. El valor se escapa, pero no queda casi nada para que todo acabe. La lengua vacila, preguntándo qué preguntar.

- O no es que no quiera, sino que no puedo seguir.

Aprietas la mandíbula para no hablar. Aprietas los ojos para no ver. Aprietas los puños.

Para pegar.

Todo gira. Todo acaba. Nada existe.

Nada existe.

Corre.

Nada existe.

Todo acaba.

- Porque te quiero. Y no lo aguanto más. Es como explotar continuamente. Es como si algo girase y se me tragase. Y necesito que tú estés ahí para poder respirar con tranquilidad. Y necesito escucharte para poder relajarme.
>> Te necesito.
>> Para existir.
>> Para soportar.
>> Para correr.
>> Te necesito.

El cielo no existe.

La tierra no existe.

Nada más existe.

Nada .

Nada.

Nada existe.

- Quiero que existas para mí.

domingo, 20 de marzo de 2011

Ni en un sueño...

Hoy mi sueño casi tuvo sentido. No había cosas extrañas de magdalenas voladoras espaciales ni de mantas que te hacen invisible, y estaban todos mis amigos. Tal vez no es cierto que seamos los actores de una serie mala de la televisión, pero eso es secundario.

Hoy mi sueño casi tuvo sentido. Debía besarte en él, pero me asustaba acercarme. Entonces tomé fuerzas y lo hice, porque en el fondo estaba soñando.

Hoy mi sueño casi tuvo sentido, pero tú te apartaste de mí para rehuir mi contacto, sutil y nerviosamente sonriente. Entonces, mientras te alejabas caminando sin mirarme, creí que tú eras de verdad.

Pero era un sueño.

viernes, 18 de marzo de 2011

Llorando.

Primero las lágrimas acuden a sus ojos, perfilando los bordes de los párpados como si fueran el agua de un embalse a punto de desbordarse. Las bases de las pestañas se pegan las unas a las otras con el agua, y los ojos adquieren ese brillo especial que te hacen notar que está triste. Evita hablar, pues eso haría temblar su voz, y el escuchar ese sonido trémulo y entrecortado no haría sino ayudar al surgir del llanto.

Mantiene una expresión seria e inmóvil para evitar que las gotitas de agua salada caigan, aunque al final una silenciosa logra salir y recorrer su mejilla y caer al suelo, dejando un camino húmedo en su piel que pronto se secará y quedará tirante. Evita hacer gestos para no delatarse, pero yo la he visto. Entonces nuestros ojos se cruzan y no hay marcha atrás.

Sus glándulas lacrimales producen más líquido y pronto este se ve forzado a caer por su rostro, siguiendo a la primera gota solitaria. Sus labios se curvan hacia arriba, su semblante se torna una mueca y, aunque lo intente evitar, tiene que bajar su vista al suelo para esconder lo que ya no tiene solución.

Su cuerpo tiembla y los sollozos son entrecortados y silenciosos, pero pronto dan paso a una especie de quejidos agudos y largos que surgen cuándo trata de impedir el paso del aire contrayendo la garganta. Escucharse a sí misma la hace llorar más y con más fuerza. Su piel se tiñe de rojo y las venitas de sus ojos se encienden.

Toda su actitud corporal demanda un abrazo. Se intenta secar la cara con las manos, pero las lágrimas han decidido no parar. Se ve obligada a sorber todo el rato, mientras sus sollozos se vuelven cada vez más hondos y graves.

Y entonces lo hace.

El grito suena desesperado, gutural, desgarrador; de esos que te atraviesan de alante atrás y que hacen que el corazón se te encoja, que hasta parecen sólidos. Parece dado con una garganta herida y traspasa las paredes y el techo hasta que los pulmones se le vacían. Entonces toma aire con agitación, y los sollozos y gemidos se convierten en jadeos cansados y lágrimas silenciosas.

Cansada de gritar, cansada de llorar, cansada de vivir, me mira.

Me gustaría decirle algo, porque parece estar sufriendo, pero no sé hablar. Solo puedo mirarla inmóvil desde mi jaula mientras me pregunto cómo he de hacer para no acabar como ella.

jueves, 17 de marzo de 2011

Sucio.

- El sexo es sucio.

Me miras con tu sonrisa de tiburón y yo solo puedo enarcar ambas cejas para que mi semblante muestre la mayor confusión que puede albergar.

- ¿Qué?

- El sexo es sucio -repites.

Ahora no puedo negar que he entendido bien. Voy a tener que preguntar, pero no por cortesía, sino por curiosidad.

- ¿Sucio? Siempre había creído que podía ser de muchas formas. Tierno o...

Tú ríes, interrumpiéndome. Ríes y echas la cabeza hacia atrás al hacerlo, por lo que tu nuez asoma prominente bajo la piel de tu cuello.

- Sea como sea, es sucio. Todas las sustancias que te imaginas se ponen en contacto: saliva, sudor, lágrimas... -. Mueves las cejas arriba y abajo, insinuante, para que yo imagine el resto-. El sexo es salvaje y sucio. Es... ¿Cómo decirlo? Brutal. Sí. Eso. Salvaje, sucio, brutal, bestial... Se grita, se muerde, se araña y se dicen cosas que nunca te creerías capaz de pronunciar.
>> El sexo es sucio... Por eso es tan genial.

lunes, 14 de marzo de 2011

Sube. Sube. Sube.

Sube. Sube. Sube.
Trepa. Trepa. Trepa.
Arriba. Arriba. Arriba.

Entonces tropiezo. ¡Crash!