viernes, 27 de julio de 2012

De débil corazón

Odio cuando el corazón se me sube hasta el cuello. No sé cómo pasa, pero de pronto tengo un enorme bulto latente tan arriba que no me deja respirar, y vaya si es incómodo.

No sé de qué me sirve que sea tan grande -tanto como para ahogarme- si luego, pese a su tamaño, es débil como el que más.

Fundido a negro

<<Todo le estaba saliendo mal, como si hubiera alguien en algún sitio que controlase su vida y hubiera decidido enfadarse con él. Varias veces había pensado que no era su culpa que todo se tornara en su contra, pero en los momentos de serenidad se veía obligado a admitir que más de la mitad de aquellas desgracias se las buscaba él mismo.

Poco a poco sintió que la cobardía se apoderaba de él. Se sorprendió nervioso al atravesar las calles por la noche, asustado de que saliera algo de cualquier rincón oscuro y se abalanzase sobre él, mirando siempre con cautela a su alrededor. Nunca, sin embargo, sucedió nada, según me dijo.

Cuando yo lo conocí, estaba más que acabado. Ya no quería salir de casa. A veces era incluso difícil verlo fuera de cama. Decía que en aquel lugar estaría seguro de todo lo que pasaba fuera, y que allí no podía pasarle nada malo por sorpresa.

Supongo, agente, que no me culpará por hacer lo que hice. Para empezar, aquel día me sonrió, aunque se le notaba nervioso, y me dijo que todo iba a terminar esa noche. Pero di por hecho que era demasiado cobarde para hacerlo solo, por eso decidí ayudarlo a acabar con todo. Simplemente lo ayudé porque hacía tiempo que veía en sus ojos que necesitaba que alguien estuviera con él en ese momento. Si yo no hubiera ido a su casa, señor agente, quizás ahora él estuviese vivo, no lo sé. Pero, déjeme decirle que, de estar vivo, estaría más vacío, triste y solo de lo que jamás estuvo.>>

viernes, 20 de abril de 2012

Incertidumbre

-Poco a poco el tiempo pasa. ¿Qué poco a poco? ¡De golpe! Si ya lo decía mi abuela aquellos días de invierno cuando yo prestaba más atención a los bailes que hacía el fuego que a ella: "Parece que el tiempo va despacio, pero un día va y tienes 80 años y no sabes cómo ha sucedido".

>>Cada segundo, cada minuto, cada hora... ¿Me creeriáis si os digo que duele? Si os digo que nto cierta presión en el pecho cuando pasa el tiempo, que mi corazón ha cambiado su "bum bum" por un "tic tac"... ¿Alguien me haría caso? Es como llevar una bomba en el pecho, y de las que no tienen pantallita para ver pasar los números y saber cuanto queda.

>>De todas formas, exagero. Tampoco es para tanto... Solo hay que verlo de forma científica. Porque si ahora me paro a hacerme las típicas preguntas filosóficas de "¿qué es la vida?" podría no acabar nunca...

>>Me siento como una vieja al hablar, echando de menos mis años mozos, llorando el tiempo que me queda... ¡Y ni diecinueve tengo aún! Y prisa de morir, por ahora, tampoco... Yo creo que simplemente no sé bien qué quiero.

>>No me mires así. Tú no tienes culpa de nada. Ni que el tiempo fuera tu voluntad. Además, ya le tuve más miedo del que le tengo. ¿Imaginas? Yo asustada por un simple instante artificial que nosotros, los seres humanos, inventamos. Bastaría con un par de cuentas matemáticas y... ¡TACHÁN! El día tendría 3 horas, el año 5 días y ahora mismo yo tendría tropecientos años... ¡Y seguiría siendo igual! Así que... 18 años... 19... 24... ¿Qué más da? Eso no es más que una patraña. Pero mi problema es otro... Me siento menos arropada cada vez... Lo digo siempre, ¿no? ¡Pues será que de verdad lo pienso! Quiero crecer, a veces, pero otras... ¡Si supieras lo que deseo no hacerlo nunca! Por mí, ahora mismo detendría mi crecimiento físico y mental... ¡Retrocedería incluso, para ser algo más pequeña! Entonces disfrutaria de esa protección que ahora me falta...

>> Y otras veces lo veo al revés... ¡Quiero irme! ¡Escapar! ¡Vivir mi vida! No sé si me explico... No tengo las cosas nada claras...

- Pues... No sé qué puedo hacer yo por ti, la verdad... ¿Quieres algún consejo?

- ¡¿Pero qué dices?! ¡Si no hace falta que hagas más de lo que ya haces! Te prometo que me llega con que, simplemente, me escuches.

jueves, 19 de abril de 2012

Otro día sin dormir.

La sangre retumba en la cabeza, latiendo al ritmo del gran músculo latente, doliendo con cada centímetro que avanza. Me llevo las manos a las sienes y las presiono, en un intento por que el dolor cese al cortar el riego, pero no surte efecto.

- Mierda -siseo, quizá gruño, para mí, pues no hay nadie más.

Respiro hondo, me tumbo de nuevo en cama, dando la espalda a la pared, y me arrebujo entre sábanas y mantas.

Escucho el sonido de la lluvia golpeando las ventanas, ansiosa por entrar, sin poder conciliar el sueño.

lunes, 2 de abril de 2012

Mujer de vidrio.

Siempre fui muy frágil, desde pequeña. Cogía todas las enfermedades existentes, y mis padres se pasaban el día preocupados de llevarme aquí o allá a ver si lograban que mis defensas mejorasen. Los médicos lo veían difícil. "Es que es una niña débil, pero no creemos que sea por sus defensas. Es que está hecha de vidrio, y así no se puede", y entonces mis padres ya no sabían qué hacer, porque ni siquiera entendían la explicación de los doctores.

Yo lo aprendí con el tiempo. Mis defensas eran como las de cualquier otro, pero yo era débil. Débil como persona, como ser, como mente, y entonces cualquier cosa penetraba en mí con suma facilidad, como si la única barrera que me protegiera fuera de mantequilla.

Ni ánimo fuerte, ni férrea convicción... Nada de eso tuve nunca, y por ello renuncié a tantas cosas... ¡Por débil! ¡Por estúpida! ¡Por frágil! Y aún así los años hicieron mella en mí: me rallaron primero, me desgastaron, y luego me agrieté. Es difícil estar hecha de vidrio.

Pero he descubierto que si calientas el vidrio se puede moldear de nuevo; darle forma otra vez. Así que estoy perdiendo el miedo a romperme.

Solo un poco.