Odio cuando el corazón se me sube hasta el cuello. No sé cómo pasa, pero de pronto tengo un enorme bulto latente tan arriba que no me deja respirar, y vaya si es incómodo.
No sé de qué me sirve que sea tan grande -tanto como para ahogarme- si luego, pese a su tamaño, es débil como el que más.
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