- Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?
- ¿Mucho tiempo? ¿De qué hablas?
- Pues del día que nos conocimos. Aunque, realmente no lo recuerdo demasiado bien. De hecho, ni demasiado bien ni un poco. Solo tengo recuerdos rotos, partidos, deshechos, como retazos de recuerdos que no estoy segura de cómo juntar. Como si cada recuerdo fuera un trocito de tela con los hilos colgando, y los hay de todos los colores: negros, grises, rojos, amarillos, azules, verdes, marrones, violetas... ¡Todos y cada uno de ellos! Y no hay quién sepa cómo resolver el puzle que esas piezas de tela, de recuerdos, es decir, forman. Es un puzle imposible, sin respuesta, y me desespera.
Hundo las manos en los bolsillos. Están llenos de bolitas de papel y otras cosas que no logro identificar, y también de pesadumbre. Esbozo una sonrisa forzada, como una herida, atravesando el rostro de un lado a otro, en diagonal. Mis ojos miran hacia abajo, pero no hacia el suelo, sino hacia un punto inferior de algo sin identificar, buscando algo que mirar que no seas tú.
- El tiempo ha pasado volando, eh. Echo la vista atrás y parece que ha sido menos del que en realidad transcurrió. La primera vez que te fuiste me dijeron que volverías, y con esa esperanza mantuve la sonrisa. Y así fue, y aquí estás. Nadie mintió.
>> Pero nadie me dijo que te irías de nuevo.
>> Perdona si lloro. No es nada. Es que te voy a echar mucho de menos.