viernes, 18 de marzo de 2011

Llorando.

Primero las lágrimas acuden a sus ojos, perfilando los bordes de los párpados como si fueran el agua de un embalse a punto de desbordarse. Las bases de las pestañas se pegan las unas a las otras con el agua, y los ojos adquieren ese brillo especial que te hacen notar que está triste. Evita hablar, pues eso haría temblar su voz, y el escuchar ese sonido trémulo y entrecortado no haría sino ayudar al surgir del llanto.

Mantiene una expresión seria e inmóvil para evitar que las gotitas de agua salada caigan, aunque al final una silenciosa logra salir y recorrer su mejilla y caer al suelo, dejando un camino húmedo en su piel que pronto se secará y quedará tirante. Evita hacer gestos para no delatarse, pero yo la he visto. Entonces nuestros ojos se cruzan y no hay marcha atrás.

Sus glándulas lacrimales producen más líquido y pronto este se ve forzado a caer por su rostro, siguiendo a la primera gota solitaria. Sus labios se curvan hacia arriba, su semblante se torna una mueca y, aunque lo intente evitar, tiene que bajar su vista al suelo para esconder lo que ya no tiene solución.

Su cuerpo tiembla y los sollozos son entrecortados y silenciosos, pero pronto dan paso a una especie de quejidos agudos y largos que surgen cuándo trata de impedir el paso del aire contrayendo la garganta. Escucharse a sí misma la hace llorar más y con más fuerza. Su piel se tiñe de rojo y las venitas de sus ojos se encienden.

Toda su actitud corporal demanda un abrazo. Se intenta secar la cara con las manos, pero las lágrimas han decidido no parar. Se ve obligada a sorber todo el rato, mientras sus sollozos se vuelven cada vez más hondos y graves.

Y entonces lo hace.

El grito suena desesperado, gutural, desgarrador; de esos que te atraviesan de alante atrás y que hacen que el corazón se te encoja, que hasta parecen sólidos. Parece dado con una garganta herida y traspasa las paredes y el techo hasta que los pulmones se le vacían. Entonces toma aire con agitación, y los sollozos y gemidos se convierten en jadeos cansados y lágrimas silenciosas.

Cansada de gritar, cansada de llorar, cansada de vivir, me mira.

Me gustaría decirle algo, porque parece estar sufriendo, pero no sé hablar. Solo puedo mirarla inmóvil desde mi jaula mientras me pregunto cómo he de hacer para no acabar como ella.

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