domingo, 29 de mayo de 2011

Tormenta.

El cielo lo cubría todo.
Alzó las manos, tal vez para estirarse, tal vez para tratar de tocar aquellas nubes de color gris que parecían volutas de humo gigantes y adoptaban miles de formas que solo él veia. Miró hacia arriba con esa cara triste que nadie más sabía poner, abrió lentamente los brazos y entonces comenzó a llover. Así, de repente, como si él hubiera invocado aquella lluvia suave y apagada con sus gestos y su mirada.
Terminó de bajar las manos, esta vez con más lentitud, y entonces se volvió ligeramente hacia mí, pero observando el suelo, como buscando algo que se le hubiera caido.

El sonido que hacían las gotas al golpear las hojas de los árboles era relajanta y tranquilo, pero nadie que estuviera allí, mirándolo a él, hubiera logrado sentir algo que no fuera frío y tensión.

- ¿En qué estás pensando? -me preguntó de pronto.

- En que te resfriarás si no nos ponemos a cubierto porque eres un cafre y has venido de manga corta -. Traté de sonreír sin demasiado éxito.

- ¿Sabes qué estoy pensando yo?

Dejé de intentar sonreir al captar la espresión grave y sombría con la que me miró. Me acerqué hacia él con cautela, como temiendo que saliera corriendo asustado, y logré situarme frente a él.

- En que todo esto apesta... -. Dejó caer de nuevo la cabeza -. Absolutamente todo. Y sé que suena muy adolescente, y que estarás cansado de oírlo, pero es que últimamente no puedo dejar de darle vueltas al mismo tema. Ya hay gente que me ha dicho que estoy obsesionado y que lo deje estar, pero... ¿Cómo voy a dejarlo estar? Todos dicen que esto es lo que significa crecer, y que tengo que hacerlo. ¡Todos tenemos que hacerlo! Tenemos que separarnos y seguir nuestro propio camino, e irnos lejos unos de otros, crecer, aprender por nuestra cuenta...

El primer relámpago iluminó las nubes.

- ¡¿Te crees que soy capaz de hacerlo?! Es gracioso... No puedo abandonaros, pero tampoco puedo retener a nadie. Al final, cuando todo haya cambiado, con o sin mí, me daré cuenta de lo que ha pasado, de lo mucho que he perdido, de lo que han cambiado las cosas pese a mi empeño por no verlo y de lo lejos que estamos todos de todos...

Y entonces sonó el primer trueno, y fue como si el cielo hubiera sido partido en dos. Miré hacia arriba, esperando, tal vez, encontrar una enorme fisura en aquel manto de nubes, y ver también fragmentos de cielo caer, como si fueran cristales rotos. Solo conseguí que la lluvia empapara mi rostro.

- Estoy triste... -. A medida que la tormenta aumentaba su furia, él parecía templar sus ánimos-. Echo de menos lo que aún no se ha ido.

1 comentario:

  1. Vale, al menos le sacaste un bonito escrito a todo esto. Y no digo más, porque yo no soy buena diciendo cosas de verdad.

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