Hoy me han bloqueado temporalmente mi cuenta de siempre de msn, supongo, por culpa de un virus. Es un asco...
Casi me sale una lagrimilla hablando por teléfono con una amiga que me llamó (pero solo una pequeñita de nada, eh).
Es mi cumpleaños y voy y lo posteo en mi blog, sí XD Así de especial soy.
El número da igual. Lo que verdaderamente me alegra es tener gente con la que compartirlo. Y no es que sean muchos, pero... ¡Qué mierda! Son los mejores que podían haberme tocado. Y yo sin creer en la suerte...
lunes, 27 de junio de 2011
lunes, 13 de junio de 2011
Los mejores...
Fines de semana extraños que comienzan el viernes y terminan el lunes (¿?).
Esos en lo que lo raro es que pase algo normal.
Esos...
Los mejores...
Esos en lo que lo raro es que pase algo normal.
Esos...
Los mejores...
jueves, 9 de junio de 2011
¿Cómo te encuentras?
- ¿Cómo te encuentras?
- Pues... No sé... Por lo general, suelo estar en el mismo sitio que yo mismo, creo que es lo normal, así que no necesito buscarme. Luego ya, si me perdiera, trataría de llamarme por teléfono, o a gritos o... Si tal esperar a dar señales de vida, porque a lo mejor no estoy con ganas de ver a nadie y por eso he desaparecido. Y... Bueno... Si lo que quieres es buscarme tú y me estás pidiendo ayuda, yo optaría por ir al sitio de siempre, que es al que voy cuando me aislo, ya lo conoces, aunque no tengo ni idea de si has probado antes yendo a mi casa. A lo mejor estoy allí y tú aquí, preocupado por nimiedades. Si hay muchas formas de encontrar a alguien, hombre. Si hubiera sabido que te preocupaba tanto mi posición a lo mejor hasta te dejaba ponerme uno de esos microchips raros que usan en las películas de espías y me buscabas con un gps o vete tú a saber...
- No me refería a eso y lo sabes.
- Sí, pero era eso o decirte que estoy en la mierda. No sé... Me apeteció ser original por una vez.
- Pues... No sé... Por lo general, suelo estar en el mismo sitio que yo mismo, creo que es lo normal, así que no necesito buscarme. Luego ya, si me perdiera, trataría de llamarme por teléfono, o a gritos o... Si tal esperar a dar señales de vida, porque a lo mejor no estoy con ganas de ver a nadie y por eso he desaparecido. Y... Bueno... Si lo que quieres es buscarme tú y me estás pidiendo ayuda, yo optaría por ir al sitio de siempre, que es al que voy cuando me aislo, ya lo conoces, aunque no tengo ni idea de si has probado antes yendo a mi casa. A lo mejor estoy allí y tú aquí, preocupado por nimiedades. Si hay muchas formas de encontrar a alguien, hombre. Si hubiera sabido que te preocupaba tanto mi posición a lo mejor hasta te dejaba ponerme uno de esos microchips raros que usan en las películas de espías y me buscabas con un gps o vete tú a saber...
- No me refería a eso y lo sabes.
- Sí, pero era eso o decirte que estoy en la mierda. No sé... Me apeteció ser original por una vez.
martes, 7 de junio de 2011
Era como media persona...
Era como media persona. ¿Quién sabe? Tal vez menos, incluso. Y con cada suspiro se reducía más, y se apagaba, y entonces uno tenía que mirar hacia el suelo mientras caminaba, fijándose bien, para no pisarlo sin querer. Y eso cuando no estaba tan apagado que se confundía con las sombras. ¡Eso era lo peor! Se camuflaba entre la pata de una mesa y la pared y se pasaba allí horas. ¡A ver si alguien lo encontraba entonces! Más valía no necesitarlo esos días, porque dar con él era, como poco, complicado.
Tenía los dientes muy blancos, la nariz muy recta y los ojos oscuros. Me gustaba mirarlo, cuando se dejaba ver, claro. Además, siempre iba encorvado, como si lo hubieran derrotado, aunque solo era porque es así como caminan los adolescentes. Desgarbado. Esa es la palabra. Sus andares desgarbados y sus pies, ligeramente grandes para su altura, me resultaban de lo más gracioso.
Tenía los dedos largos y delgados. Parecían frágiles, o de pianista, o de monstruo, aunque él no lo fuera. También tenía los pómulos y la mandíbula marcados, como si le faltara la carne, y la espalda estrecha con todas las vértebras dibujadas sobre la piel, de forma que podían contarse sin necesidad de acercarse.
Su voz me agradaba, pero no su tono, ni las palabras que usaba. Me gustaban más las que no decía, las que callaba, las que pensaba y guardaba por orgullo, por juventud o por razones que solo él conocía. O por estupidez. Porque de eso él siempre tuvo mucho. Otra cosa no, pero estúpido...
Más o menos así era él. Más menos que más, por supuesto. No se puede describir a una persona por completo: solo conocerla. ¡Y ni siquiera se puede conocer por completo! Y menos a él, que, al fin y al cabo, era como media persona. ¿Cómo conocerlo entero?
Llegué a vislumbrar la otra mitad un par de veces. Era difícil de ver porque cuando salía era cuando él se escondía; se escapaba. La otra mitad era más triste, más melancólica, más gris, pero también más tierna. Era una mitad a la que de verdad me hubiera gustado abrazar.
No lo hice, por supuesto, porque a esa mitad le gustaba estar sola. Tal vez no le gustaba y lo necesitaba. La cuestión es que esa mitad de él, eso que tan bien se guardaba, solo salía cuando no había nadie más.
No sé cómo era él cuando era una persona entera. No sé si caminaba erguido, con orgullo, o si, por el contrario, desaparecía por completo.
Yo no estaba allí entonces.
Tenía los dientes muy blancos, la nariz muy recta y los ojos oscuros. Me gustaba mirarlo, cuando se dejaba ver, claro. Además, siempre iba encorvado, como si lo hubieran derrotado, aunque solo era porque es así como caminan los adolescentes. Desgarbado. Esa es la palabra. Sus andares desgarbados y sus pies, ligeramente grandes para su altura, me resultaban de lo más gracioso.
Tenía los dedos largos y delgados. Parecían frágiles, o de pianista, o de monstruo, aunque él no lo fuera. También tenía los pómulos y la mandíbula marcados, como si le faltara la carne, y la espalda estrecha con todas las vértebras dibujadas sobre la piel, de forma que podían contarse sin necesidad de acercarse.
Su voz me agradaba, pero no su tono, ni las palabras que usaba. Me gustaban más las que no decía, las que callaba, las que pensaba y guardaba por orgullo, por juventud o por razones que solo él conocía. O por estupidez. Porque de eso él siempre tuvo mucho. Otra cosa no, pero estúpido...
Más o menos así era él. Más menos que más, por supuesto. No se puede describir a una persona por completo: solo conocerla. ¡Y ni siquiera se puede conocer por completo! Y menos a él, que, al fin y al cabo, era como media persona. ¿Cómo conocerlo entero?
Llegué a vislumbrar la otra mitad un par de veces. Era difícil de ver porque cuando salía era cuando él se escondía; se escapaba. La otra mitad era más triste, más melancólica, más gris, pero también más tierna. Era una mitad a la que de verdad me hubiera gustado abrazar.
No lo hice, por supuesto, porque a esa mitad le gustaba estar sola. Tal vez no le gustaba y lo necesitaba. La cuestión es que esa mitad de él, eso que tan bien se guardaba, solo salía cuando no había nadie más.
No sé cómo era él cuando era una persona entera. No sé si caminaba erguido, con orgullo, o si, por el contrario, desaparecía por completo.
Yo no estaba allí entonces.
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