lunes, 2 de abril de 2012

Mujer de vidrio.

Siempre fui muy frágil, desde pequeña. Cogía todas las enfermedades existentes, y mis padres se pasaban el día preocupados de llevarme aquí o allá a ver si lograban que mis defensas mejorasen. Los médicos lo veían difícil. "Es que es una niña débil, pero no creemos que sea por sus defensas. Es que está hecha de vidrio, y así no se puede", y entonces mis padres ya no sabían qué hacer, porque ni siquiera entendían la explicación de los doctores.

Yo lo aprendí con el tiempo. Mis defensas eran como las de cualquier otro, pero yo era débil. Débil como persona, como ser, como mente, y entonces cualquier cosa penetraba en mí con suma facilidad, como si la única barrera que me protegiera fuera de mantequilla.

Ni ánimo fuerte, ni férrea convicción... Nada de eso tuve nunca, y por ello renuncié a tantas cosas... ¡Por débil! ¡Por estúpida! ¡Por frágil! Y aún así los años hicieron mella en mí: me rallaron primero, me desgastaron, y luego me agrieté. Es difícil estar hecha de vidrio.

Pero he descubierto que si calientas el vidrio se puede moldear de nuevo; darle forma otra vez. Así que estoy perdiendo el miedo a romperme.

Solo un poco.

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