miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Ruiseñor y la Rosa.

Una vez hice un favor al mago más poderoso del mundo. Él, buen amigo mío desde que era niña, me ofreció entonces un ruiseñor y una rosa. Yo, curiosa, pero segura de que aquellos no eran seres normales, le pregunté qué tenían de especial.

- No hallarás en el mundo rosa cuyo delicioso perfume supere al de esta, ni encontrarás ave cuyo canto deleite de mayor forma que el de este ruiseñor.

Me acerqué entonces a la rosa, con intención de olerla, y el mago me miró.

- Solo puedes elegir a uno de los dos, no obstante -dijo con voz áspera-. ¿Has decidido que lo que deseas es la rosa?

Me eché un poco hacia atrás para mirarlo confusa. Él sonrió, ligeramente cetrino.

- Olvidaba decirte que deberás elegir cuál de los dos regalos deseas sin haber olido la rosa o escuchado el canto del ruiseñor.

Observé a los dos seres.
 La rosa, de aterciopelados pétalos carmesí, fuerte tallo esmeralda y afiladas púas parecía llamarme con cierta sensualidad. El imaginar su aroma no me bastaba. Necesitaba aspirarlo y comprobar por mí misma lo delicioso que era.
El ruiseñor, tal vez de apariencia menos atrayente, pero grácil, sin embargo, también me atraía. Él no tenía nada con qué herirme, y me parecía más cálido, tal vez por su capacidad para cantar. También deseaba con fervor que su canto me meciera.

- Puedes pensar un tiempo -me dijo el mago, viéndome confusa -. Cuándo decidas qué regalo deseas, tóca a ese ser. El otro desaparecerá.

El ruiseñor se posó sobre la rama más baja de un sauce; la rosa fue plantada bajo la misma. Ambos seres estaban tan cerca que fantaseé con tocarlos a ambos a un tiempo, pero sabía que mi amigo no dejaría que me quedara con ambos ni haciendo eso. Tal vez solo me arrebatara a los dos seres.
Pasé el resto del día observándolos. Primero a uno y luego al otro, al ruiseñor y a la rosa, pero sin tocarlos. El ave parecía apacible y tranquila mientras me observaba. La rosa, más salvaje, amenazaba con sus espinas al que osara acercarse.

Cuándo cayó la noche decidí retornar a mi hogar. Allí podría pensar tranquilamente qué debía escoger. De esa forma, al regresar junto a los dos seres, no me echaría atrás en cuánto mi mano se extendiera al que ansiaba.
De solo imaginar que al aceptar a uno rechazaría al otro, mi estómago se revolvía y tenía que comenzar de nuevo con la elección.

Primeró elegí a la rosa, por sus colores atractivos. Luego al ruiseñor, porque parecía más vivo. Tal vez la elección fue al revés. Durante mucho tiempo mi cabeza vaciló entre uno y otro. Cambiaba de idea a cada instante, replanteándome cuál de los dos seres era el adecuado. No era capaz de decidir a cuál abandonar, pues ansiaba lo que me ofrecían ambos.
Tras mucho tiempo reflexionando, sintiéndome más confusa a cada segundo, decidí que regresaría junto a ambos seres y tomaría al primero que eligieran mis ojos.

Caminé, contenta, pensando que al menos obtendría una de aquellas dos maravillas. Alcancé el sauce y sonreí al pensar en lo poco que faltaba para hacerme con ella...

Y de pronto no había ruiseñor. Y de pronto no había rosa. Y de pronto solo estaba yo.

Tal vez él había volado. Tal vez ella se había marchitado.

Y de pronto comprendí que no era yo quién escogía. Ruiseñor y Rosa... Ninguno tenía por qué ansiar un lugar a mi lado, por mucho que, de pronto, no hubiera espacio para nada más en mi cabeza.

1 comentario:

  1. tal vez ahora madure al descubrir que muchas veces hay que sacrificar algo para obtener otra cosa. A veces se le dan demasiadas vueltas a la cabeza.

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