Faltaba poco para que el reloj diera las doce.
Faltaba poco para que todo acabara.
Sus propósitos para aquel año estaban más que claros: Olvidarla y seguir adelante.
Tal vez enamorarse de nuevo.
Tal vez cambiar su peinado.
Faltaba cada vez menos.
Los segundos pasaban.
Y los minutos.
Y la primera campana sonó.
El móvil vibró sobre la mesa.
Era un mensaje.
Un mensaje de ella.
Ella le recordaba que existía con aquel mensaje.
La maldijo.
Se maldijo.
Lo maldijo todo, no obstante, de pronto era inmensamente feliz.
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